Pensar

>> sábado, 11 de abril de 2009

“El disidente es cada ser humano en aquellos momentos de su vida cuando dimite momentáneamente de la manada y piensa por sí mismo.” (Archibald MacLeish)

La habilidad de pensar, esto es, de pensar por uno mismo, siempre ha sido un don escaso repartido entre aquellos que llenan las páginas de la historia y las de los libros de los estantes de las bibliotecas. Aunque nuestra especie ha sido estampada con el título de la especie pensante -homo sapiens- el pensar por uno mismo ha sido mutilado sistemáticamente a lo largo de ese proceso que ostentosamente llamamos civilizatorio.

Una triste perspectiva si recordamos las palabras del Buda en el Dhammapada: “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Está fundado en el pensamiento. Está basado en el pensamiento,” o las del omnicitado Rene Descartes “Pienso luego existo.”

De acuerdo al Dr. Leonard Orr, el fundador de la terapia de renacimiento, la mente humana se comporta como si estuviera dividida en dos partes: el Pensador y el Comprobador.

El pensador puede pensar virtualmente cualquier cosa. Una revisión sobre la historia de cómo la humanidad concibió a su planeta lo demuestra: plana, semiredonda como si fuera el caparazón de una tortuga o redonda, cargada sobre la espalda por el titán Atlas, sustentada sobre tres elefantes que a su vez están parados sobre una tortuga, o flotando en el espacio.

El comprobador, por el otro lado, opera bajo un mecanismo mucho más sencillo: cualquier cosa que el pensador piense el comprobador lo comprueba.

Los esfuerzos de comprobación son automáticos y magnéticos. Si, por ejemplo, el pensador de un Copérnico piensa que la Tierra gira alrededor del sol, su comprobador y el comprobador de cualquiera que tenga un pensador que comparta esa idea, encontrará todos los datos necesarios para comprobar ese pensamiento. Si alguien piensa de sí que tiene mala suerte, su comprobador atraerá todas las situaciones necesarias para comprobarlo. Esta es la base de las teorías, actualmente en boga, sobre el poder de atracción de la mente (tal y como se presenta en la película “El Secreto”).

La dificultad radica en modificar primero las leyes personales que rigen a mi pensador. Una ley personal, en este sentido, se entiende como un pensamiento predominante sobre todos los demás, descartando así el peso y la eficacia de los pensamientos que no forman parte de la ley personal y por lo regular son posteriores.

Modificar los pensamientos que son mi ley personal, por lo tanto, son la clave más importante para el cambio, de hecho, son su única clave. De allí se deduce la importancia de aquellas propuestas de trabajo mental o terapéutico que ayudan al individuo a encontrar y descubrir esas leyes. Las más famosas y populares entre estas técnicas actualmente son el psicoanálisis, la Programación Neurolingüística, la terapia de constelaciones y la misma terapia de renacimiento creada por Orr.

Evidentemente, los diseñadores, desde mucho antes de que Orr postulara su teoría, ya conocían este principio y desde que lo conocen se han dedicado a programar a sus diseñados para que sus pensadores tengan leyes personales compatibles que no pongan en peligro su diseño. No tienen que actuar sobre los comprobadores ya que estos, como dije arriba, ejercen su función de forma automática.

Para operar con más eficacia, los diseñadores han creado toda una serie de mecanismos que en el fondo no son otra cosa que sistemas más o menos sofisticados de programación, control o diseño mental. Los más conocidos son las religiones, los sistemas legales, el estado, las escuelas y universidades y hoy en día, la programación preponderante se ejerce a través de los medios masivos de comunicación. (Por si queda duda sobre la importancia de este último sistema tan solo hay que preguntarnos porque difunden su contendido en segmentos llamados “programas” o “programación”).

¿Cómo encontrar mi propia mente, a mi propio pensador en toda esta maraña de impactos de programación?

Encontrar la respuesta es todo un reto, y si bien resulta difícil, no es imposible. Hasta ahora se conocen básicamente tres métodos.

El primero es convertirte en un observador de tu propia mente y tratar de dilucidar cuales pensamientos son propios y cuales son implantados. Este es el principio que subyace a la meditación y todas las técnicas que se le asemejan. Así, poco a poco, puedo ir descartando cada vez más pensamientos ajenos lo que a la larga “vacía mi mente” de leyes personales.

Otra opción es que tu pensador piense pensamientos completamente nuevos. Que evite los “no hay nada nuevo bajo el sol.” La ventaja de los pensamientos completamente nuevos es que no tienen pensamientos rivales y por lo tanto no entran en conflicto con mis leyes personales. Este es el principio generador o creativo. Su modus operandi lo podemos observar en los genios, sobre todo en el arte, que lograron crear un pensamiento nuevo y lo plasmaron. El impacto de un acto de esa naturaleza puede perdurar durante milenios y hasta llegar a ser parte de las leyes personales de muchas generaciones posteriores.

La tercera opción es hacerte consciente de cuando algo o alguien está intentando implantar un pensamiento destinado a tu pensador. Esta conciencia automáticamente descarta su impacto, por más que se repita el mensaje. Tu propia conciencia se convierte en un escudo impenetrable.

Es justamente a esto a lo que se refirió Mahatma Gandhi al decir: “Cuando me desespero, recuerdo que durante toda la historia los caminos de la verdad y el amor siempre ganaron. Ha habido tiranos, y asesinos, y durante un tiempo parecieron invencibles, pero al final siempre caen. Piensa en ello – siempre.”

Esta frase es un maravilloso ejemplo de la fuerza de la conciencia. La fórmula contra los tiranos y asesinos históricos fue que se iba acumulando, poco a poco o rápidamente, el número de personas que se escapaban de sus programaciones haciéndose conscientes. Una vez que ese número llegaba a una masa crítica, al tirano o asesino no le queda más opción que caer dramáticamente o retirarse silenciosa y pacíficamente de la escena.

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Conócete a ti mismo

Las esculturas eróticas de los templos de Khajuraho, en el estado de Madhya Pradesh en la India; los pictogramas de los aborígenes australianos que representan al “Dreamtime” en los Terrey Hills cerca de Sydney; el Djolé o Jolé, la danza de máscaras del pueblo Temine de Sierra Leona en la que los varones portan máscaras representando a lo femenino; las muñecas “Kachinas” de los pueblo y navajo de Arizona y muchas miles de manifestaciones más a todo lo largo y ancho del mundo son variantes de la leyenda “γνῶθι σεαυτόν” que alguna vez existió en el pronaos del Templo de Apolo de Delphos. Esta leyenda se translitera como gnóthi seautón,
y se traduce con el aforisma “Conócete a ti mismo”.

A pesar de todas esas invitaciones que vienen resonando desde el pasado remoto, el ser humano sigue siendo poco menos que un ignorante en lo que se refiere al conocimiento sobre sí mismo. En este liberador aspecto seguimos llevando pañales y nos hemos ganado a pulso el apelativo de “primates domesticados” que Robert Anton Wilson usa para denominar a nuestra especie a lo largo de su vasta obra.

El conocimiento sobre el sí mismo involucra muchos aspectos y acceder a ellos resulta igualmente difícil por las barreras impuestas por nuestros sistemas sociales. Los más destacados de estos aspectos son el cognitivo, el corporal, el sexual, el espiritual y el de la conciencia. Resulta curioso que los mecanismos de acceso a todos ellos en gran medida han sido generados y experimentados por las grandes religiones actualmente existentes. Al mismo tiempo, la historia de la manipulación y el ocultamiento del conocimiento mediante el cual se puede acceder a estos niveles de conocimiento y trabajo con del ser también está íntimamente ligada a esas mismas instituciones religiosas. El “desadoctrinamiento” religioso mediante el estudio sistemático de las simbologías subyacentes y los conocimientos ocultos en los textos sagrados, las escuelas iniciáticas y la ritualística debería ser una prioridad cognitiva para todo ser humano.

Por desgracia, incluso aquellos que ya han emprendido la búsqueda de sí mismos siguen enviando a sus hijos a las escuelas de pericos, y siguen inmersos en el estrés de las compras navideñas que ya carecen de sentido, pero eso sí, se jactan de ser más evolucionados que los demás.

En varios años de observar y estudiar intensivamente ese panorama, no me gustaría caer en la vieja tónica condenatoria tan propia de las instituciones religiosas que ante las oleadas de los autodescubrimientos y experiencias místicas no han encontrado mucho más remedio que reforzar sus patadas de ahogado gritando y condenando cada vez más fuerte, en vez de hacer un verdadero esfuerzo para replantearse y reformarse desde adentro.

Las enseñanzas de los gurús meditadores, el budismo adaptado a occidente, el neo-chamanismo y las ofertas del new age están corriendo el peligro de zozobrar ante tanta oferta y tanta demanda. El conocerse a sí mismo es la tonada del momento, y si no lo creemos, solo es cuestión de preguntar a los Osho y los Deepak Chopra, a los Og Mandino y los Carlos Cuauhtémoc Sánchez o a la producción de la película de “El Secreto”. Los seres humanos actualmente parecemos hormigas en un hormiguero del que ha desaparecido la reina.

Y es que la dificultad intrínseca en la búsqueda y el conocimiento del sí mismo es que cada camino es individual dado que todo ser humano es único e irrepetible. Por eso, más que recomendaciones sobre cómo y dónde encontrar los caminos que debemos recorrer para encontrarnos a nosotros mismos, no queda más que establecer un decálogo de lo que se debe evitar al buscar una enseñanza para comenzar el recorrido del camino:

*
Sospecha de todo aquel que se diga poseedor de la Verdad.
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Sospecha de todo aquel que te diga que su camino es el único que te llevará a la meta.
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Sospecha de todo aquel que te diga que con su camino llegarás más rápido y/o con menor esfuerzo.
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Sospecha de todo aquel que riega sus enseñanzas a diestra y siniestra y no te pida permiso para hacerlo.
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Sospecha de todo aquel que no respete las enseñanzas y descubrimientos de otros que nos acompañan en la búsqueda.
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Sospecha de todo aquel que se deje adular y se eleve a sí mismo, o deje elevar por sus seguidores, a un rango por encima de los demás, sean o no miembros de su comunidad de creyentes.
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Sospecha de todo aquel que se niegue a participarte sus enseñanzas de forma gratuita en por lo menos dos eventos al año.
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Sospecha de todo aquel que te pida más de lo que necesita para vivir dignamente.
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Sospecha de todo aquel que te diga que tus aportaciones son para ayudar a Terceros.
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Sospecha de todo aquel que te diga que tu libertad y salvación no se encuentra en tus manos, sino en manos de algún ser de planos divinos, extraterrestres o desconocidos. (Y que además solo él es o ha sido capaz de entrar en contacto con ese ser, por lo que dependes de su indulgente intermediación para ser salvado y liberado.)

El gnóthi seautón a mil quinientos años de distancia sigue teniendo la misma relevancia que en aquel entonces y hasta la fecha esconde el secreto de la libertad. Solo a través del conocerse uno mismo se puede acceder a los potenciales que rebasan las limitaciones de lo programado. Solo a través del conocimiento de uno mismo se puede emprender el vuelo que nos encamina al nietzscheano “más allá del bien y el mal” para comenzar a vivir el “Ecce homo” y aprender a “Hablar como Zaratustra”. Solo a través del conocimiento de uno mismo es posible abandonar el corral de las ovejas, no como oveja negra, sino como el mítico animal borgesiano que es dueño de su propio destino. Solo a través del conocimiento de uno mismo podemos encontrar la Torre Encantada de nuestra Historia sin Fin para bautizar con nuestra propia inventiva a la emperatriz de Fantasia. Solo a través del conocimiento del uno mismo podemos acceder a la “pastilla roja” que permite a nuestro Neo interior el descubrimiento de los circuitos de la “Matrix” que nos tienen prisioneros.

Nuevamente no quiero pecar de aburrir con demasiados detalles explayándome sobre cada uno de los aspectos del ser enumerados arriba. Sin embargo, si me gustaría ilustrar un poco las dificultades del abordaje de estos temas, altamente peligrosos para el sistema, usando como ejemplo al cuarto de los personajes “silenciados” en pleno siglo XX mencionados unas páginas atrás, el controvertido Timothy Leary.

En los veinte años anteriores a su prohibición a mediados de los años 60’s hubo todo un grupo de investigadores sobre la mente, el cerebro, la conciencia, la psicología y la psiquiatría, entre los que destacan Aldoux Huxley, los hermanos McKenna, y John Lilly entre otros, que utilizaron activamente diferentes drogas, sobre todo las psicodélicas, para llegar a las más asombrosas conclusiones. Este periodo marca quizá el mayor avance en el estudio de la mente humana en la historia y se puede equiparar, toda proporción guardada, con la revolución que causaron las teorías einsteinianas en la física. Timothy Leary, al ser el abogado más conocido, vociferante y contundente de este movimiento, fungió como chivo expiatorio en el intento de las autoridades estadounidenses de parar en seco toda una serie de investigaciones y descubrimientos que se estaban metiendo en terrenos altamente peligrosos para el sistema.

El uso de estas sustancias para explorar los confines de la conciencia humana no era algo nuevo en absoluto. Las referencias históricas son tan amplias y están tan bien documentadas que se ligan a prácticamente todas las prácticas chamánicas del mundo e, incluso, hay varios investigadores que ligan el uso de estas plantas de poder, y sobre todo el hongo “matamoscas” (amanita muscaria), a los orígenes del cristianismo mismo. Los padres de la psicología Freud, Adler, Jung, entre otros, también usaron estas sustancias tanto en sí mismos como en sus pacientes. Lo que sí es nuevo es la vehemencia de la respuesta gubernamental de los Estados Unidos, una vehemencia que hoy en día nos tiene inmersos en una guerra sin cuartel contra el “narco” y que no se entiende ni explica sino desde las necesidades más elementales del control ejercidas por los grupos de poder de ese país. Esta situación, por cierto y por desgracia, ha convertido el uso mágico, sagrado y liberador de las plantas de poder en abuso y a la población del mundo entero en poco menos que adictos, ya que el consumo consciente de estas plantas y sustancias desde los tiempos más remotos está sujeto a reglas y rituales de preparación sumamente estrictos cuya violación, como lo estamos viviendo cotidianamente en la actualidad, conlleva las peores consecuencias.

Mediante la experimentación con los psicotrópicos más diversos, Leary, a finales de los 50’s establece una categorización de la conciencia humana en 8 circuitos o grados que directa o indirectamente ha ejercido una influencia fundamental en prácticamente todos los investigadores sobre la mente y la cognición humana posteriores complementando, aumentando y perfeccionando los primeros esquemas sobre la conciencia postulados por Freud y Jung. Disertemos brevemente sobre este descubrimiento enumerando estos 8 circuitos, sus características, activadores y otros elementos:

I. Los circuitos terrestres diseñados para vivir en la Tierra

1. El circuito de la biosobrevivencia

Se programa en la primera infancia. Sus temas son mamar, nutrirse, abrazar y la seguridad del cuerpo. Las improntas de este circuito genera la actitud básica de confianza o desconfianza que durará toda la vida. Se activa cuando el ser humano nace, y programa precepciones en una retícula de “y/o” dividida en nutriente auxiliadora y nociva peligrosa (acercarse/aceptar contra luchar/huir). Se puede activar con los opiáceos.

Su frase positiva es “viviré por siempre o moriré en el intento.”

Su frase negativa es “no sé cómo defenderme a mí mismo.”

2. El circuito territorial-emocional

Se programa en la etapa del gateo. Sus temas son la demanda territorial, las tácticas de poder emocional, las estrategias de dominación y sumisión políticas. Las primeras improntas de este circuito determinan los estímulos que detonarán automáticamente el comportamiento dominante agresivo o el comportamiento sumiso cooperativo. Se puede activar con abundantes cantidades de alcohol.

Su frase positiva es “yo soy libre, tu eres libre; podemos viajar juntos o separados.”

Su frase negativa es “todos ellos me intimidan.”

3. EL circuito semántico

Se programa mediante artefactos y sistemas simbólicos humanos. Sus temas son el manejo del ambiente, la inventiva, el cálculo, la predicción y la construcción del “mapa del universo.” Si el ambiente es estimulante para el tercer circuito el niño genera una impronta “inteligente” y se hace diestro y articulado; si el ambiente consiste de gente estúpida, el niño genera una impronta “tonta” y se estanca en una etapa de más o menos 5 años de edad con poca habilidades reducidas y ceguera simbólica. Se puede activar con cafeína, cocaína, anfetaminas y una dieta rica en proteína.

Su frase positiva es “estoy aprendiendo más sobre todo, incluso como aprender más.”

Su frase negativa es “no puedo solucionar mis problemas.”

4. EL circuito sociosexual

Se programa con las primeras experiencias de apareamiento y orgasmo y con la “moral tribal”. Sus temas son el placer sexual, las definiciones locales de lo moral y lo inmoral, y el nutrir a los jóvenes. El neurotransmisor específico para este circuito no ha sido sintetizado todavía. Se genera glandularmente después de la adolescencia y fluye volcánicamente por la sangre de los adolescentes.

Su frase positiva es “ama y haz lo que quieras.”

Su frase negativa es “todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda.”

II. Los circuitos extraterrestres diseñados para vivir en el espacio.

5 El circuito neurosomático

Se programa mediante las experiencias de éxtasis provocadas por yogas físicos o químicos. Sus temas son la retroalimentación neurológica y somática, el sentirse bien, la reprogramación somática (tales como suceden en las sanaciones de fe). La “Gestalt” cambia de un espacio visual lineal a un espacio sensorial todo incluyente. Ocurre una activación hedonista, una diversión entusiasta, un desapego de los mecanismos compulsivos de los primeros cuatro circuitos. Se activa con la experiencia extática generada por yogas psicológicos o químicos como el cannabis, el tantra yoga, el hatha yoga o la caída libre.

Su frase positiva es “el cómo me siento depende de mí habilidad neuronal.”

Su frase negativa es “no sé porqué me siento como me siento.”

6. El circuito de metaprogramación

Se programa mediante yogas avanzados. Sus temas son la reprogramación de todos los circuitos anteriores, la percepción relativa de las realidades, la conciencia cibernética. En el sexto circuito el sistema nervioso se hace consciente de sí mismo. Se activa con mezcalina, psilocibina, LSD, los meta programas mágicos y los rajah yogas avanzados.

Su frase positiva es “genero mis propias coincidencias, sincronicidades, suerte y destino.”

Su frase negativa es “¿por qué tengo tan mala suerte?”

7. El circuito neurogenético

Se programa mediante yogas avanzados. Sus temas son la conciencia evolutiva (pasada y futura), la retroalimentación con el ADN-RDN y el “Inconsciente colectivo jungiano” Los primeros seres humanos que lograron la activación de este circuito hablaron de “memorias de vidas pasadas”, reencarnación, la inmortalidad y temas semejantes. Se activa con LSD, rajah yogas avanzados. La mezcalina y la psilocibina en ciertas condiciones también pueden activar este circuito.

Su frase positiva es “la evolución futura depende de mis decisiones actuales.”

Su frase negativa es “la evolución es ciega e impersonal.”

8. EL circuito neuroatómico

Se programa mediante el shock y las experiencias cercanas a la muerte. Sus temas son la conciencia cuántica, la percepción no local (es decir más allá del espacio-tiempo), los poderes “parapsicológicos” o mágicos, la iluminación. Consiste en “experiencias extra corporales”, viajes astrales, contactos “extraterrestres” o con la “mente galáctica”. El octavo circuito es infra, supra y meta fisiológico, un sistema de comunicación cuántica que no requiere de un contenedor biológico. Se activa automáticamente mediante el shock y las experiencias cercanas a la muerte; la ketamina y altas dosis de LSD también pueden producir la conciencia cuántica.

Su frase positiva es “en la provincia de la mente lo que se cree verdadero es verdadero, o se convierte en verdadero dentro de los límites aprendidos por la experiencia y la experimentación (John Lilly)”

Su frase negativa es “no soy psíquico y dudo que alguien lo sea.”

Mi intención, al presentar esta lista, no es abogar por el consumo de drogas ni mucho menos, sino señalar como lo dice John Lilly que “todos los seres humanos, todas las personas que hoy en día alcanzan la edad adulta en el mundo son biocomputadoras programadas. Ninguno de nosotros puede escapar nuestra propia naturaleza como entidades programables. Literalmente cada uno de nosotros puede ser nuestros programas, nada más, nada menos.”

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La terapia de shock, un importante aprendizaje

David Icke sobre el funcionamiento de la mente

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